ha dejado de llover...

Y ella sale con ropa ligera; un vestido de esos de una sola pieza que parecen túnicas pero sin mangas, dejando sus brazos desnudos. Pese a la lluvia hace calor y el sol deslumbra y quema. Su cabello es negro, aunque con la luz del sol se torna castaño y brillante.
Se pone un broche para peinarse, pero no tiene éxito y sólo logra sujetarlo.

El color de sus delgados labios confunde; no se aprecia si ese tono colorado es suyo o es de los vestigios de algún maquillaje.
Rara vez sonríe, pero cuando lo hace sus pómulos se ensanchan, sus ojos brillan, muestra una blanquísima sonrisa y se le ilumina la cara.
Sin embargo, casi nunca sonríe.

Sus ojos oscuros están tristes. Revelan una profunda melancolía que esconde al mirar hacia abajo, caminando despacio, viendo los charcos, cuidando de no caer.

Las nubes cubren de nuevo el cielo, anunciando otra precipitación. Ella se da cuenta y emprende su regreso. En su camino pasa por donde estoy y nota que la estoy viendo.
Pero no tiene la más mínima expresión para mí; ni una sonrisa.

Bueno, casi nunca sonríe.