domingo

lunes

antisocialito

Creo que he dado con la respuesta de mi actitud antisocial.
Cuando era niño, a pesar de mis limitaciones a la hora de pasar el balón o de correr a la meta, tuve muchos amigos. Estos amigos, cada año cumplían años y sus padres les hacían fiestas a las que me invitaban invariablemente.

Luego ocurría lo siguiente: Llegaba a casa con la invitación, mi madre levantaba la vista rogando al más allá que los niños dejaran de cumplir años e íbamos a alguna tienda a comprar el regalo para el festejado. Después, en una escena digna de "El Padrino", me hacía una oferta que no podía rechazar:

Momento clave en que me iba empezando a quedar sin amigos.

Luego, regresábamos a casa, me ponía a jugar con mi nuevo juguete y al otro día me disculpaba con mi amigo diciéndole que "se había muerto un pariente muy cercano".
Ahora que lo pienso, entiendo por qué cuando fue mi fiesta de cumpleaños, nadie fue. Snif.

¿A qué viene todo esto?
A que hoy me invitaron a una reunión y como soy un caballero fui a comprar un six de cervezas para no llegar con las manos vacías. Al llegar mi casa me eché en el sillón y pensé en lo fastidioso que es ir de un lugar a otro en esta ciudad, en eso, escuché la voz de mi mamá en mi cabeza diciendo: "¿Qué prefieres? ¿Ir a la reunión a la que te invitaron o quedarte con lo que acabas de comprar?"

...y pos héme aquí, escribiendo esto mientras me acabo un six de cervezas y pienso en algún pariente cercano que se haya muerto para que me sirva de coartada.

martes

la tenista



Me he encontrado esta foto en internet y fue como cuando ves una imagen de tu infancia y no logras recordar bien de dónde es.

El veinte me cayó rápido: Tenía alrededor de 11 años, había una papelería a 4 cuadras de mi casa y fui a comprar una de esas monografías que antes vendían. Eran estampitas con dibujos mal hechones de cualquier tema y atrás traían la información escrita de cada imagen.
La papelería la atendía una vieja malhumorada. Todo ahí era un desorden, pero todo lo tenían, en esos tiempos no existían los Office Depot's ni nada parecido, había que ir a las papelerías de cada barrio, en donde con suerte, hasta dulces vendían.

Al llegar a la papelería, le pregunté a la señora que estaba ahí -literalmente- de planta por la monografía que estaba buscando.
No la encontró y me dijo que iba a ver "allá adentro", se puso de pie enfilándose hacia otro cuarto empujando la puerta detrás de ella. Al cerrarse la puerta, se mostraba un poster casi del tamaño de la puerta con la foto de una tenista caminando hacia la red, mientras con su mano izquierda se levantaba el vestido y se tocaba una nalga.

Me quedé hipnotizado.
Estudiaba en una escuela propiamente religiosa, en donde el mero mero era un sacerdote, y teníamos clases de religión disfrazadas con el nombre de "Clases de ética". Con esos antecedentes puedo decir que tuve una infancia feliz pero con prohibiciones y temores infundados. Me era imposible dibujar una mujer porque eso implicaba incluírle sus atributos, y que yo supiera, eso era peligroso, allá arriba no les podría gustar que un escuincle de 11 años estuviera dibujando lo que una mujer tiene debajo de la ropa.
No supe si el poster aquél estaba a la venta o si era un fetiche de la señora de la papelería, pero yo quería ese poster y no el del Corvette o el de Rambo que tenía en la pared de mi cuarto.

Más grande, ya sin tantas telarañas que me metieron en la cabeza de niño, quité los posters de carros y héroes de acción, y quise poner algo que representara al puberto alfa que vivía en mí y lo único que encontraba eran posters dignos de un bonito taller mecánico o vulcanizadora y terminé poniendo reproducciones de pinturas de Van Gogh y fotos de los Beatles.
Luego ya más mayorcito entendí que lo más sensato era ver mujeres de carne y hueso aunque fuese en la calle y no fantasías colgadas en la pared.
Fue hasta la universidad (a la que asistí cuatro semestrotes) que me compré una revista Playboy y eso porque salía Drew Barrymore, y tenía que apoyar a las chicas de mi generación, pero nunca volví a encontrar una imagen que me inquietara tanto como la de la tenista.

domingo

guanalupe

Dicen que cuando uno vive solo, es bueno tener algo a su cargo para salirse un poco de la rutina y crearse una responsabilidad. Eso dicen y algunos tienen plantas o alguna mascota.
Mis amigos tienen gatos, creo que a mí me gustan más los perros, pero una vez más mi defecto este de no tener olfato me impide tener un gato o un perro. En lo que se educan, orinarían o defecarían en cualquier lugar y al no darme cuenta por el olor, mi casa estaría oliendo a caca y/o miados... además de cigarro y sólo me daría cuenta cuando alguien viniera y quisiera salir corriendo.

Pero creo que la regué.
Iba por el centro comercial y me detuve en la tienda de mascotas. Vi los peces, los pájaros, los hámsters, los conejos, las tortugas y... las iguanas.
De chico me gustaban las ranas y las lagartijas, tuve una rana que se escapó y una tortuga que creció mucho y su caparazón era un lienzo que invitaba a crear,en donde sólo dejé escapar mi imaginación y le pinté unos bonitos trazos neo-expresionistas de niño de 8 años y creo que la tortuga se indignó porque ya no volví a verla.

Estando en la tienda de mascotas, me quedé absorto viendo a las iguanas y cuando menos lo pensé ya estaba comprando una con todo y su kit de sobreviviencia.
Me regresé a mi casa y empezó la cruda realidad.

Animal-Kabe presenta: "El encantador de iguanas".
Hoy presentamos, Las Iguanas NO son amigables.

Busqué en internet y me di cuenta que primero hubiera investigado antes de invitar a mi casa a este monstruo. Es más agresiva que Noroña en sesión de la Cámara, me ve con ojos de furia contenida y creo que me odia.
Además, resulta que su dieta es más caprichosa que la que le exige Lupita Jones a sus esclavas. Se tiene que alimentar mejor que uno, tengo años de ir al mercado que está por mi casa y no tenía el gusto de conocer a las señoras que venden frutas y verduras. Ahora que nos conocemos, se me quedan viendo feo porque sólo compro una cosa; un día voy por una calabacita y otro por una manzana. Han de pensar que soy un sangrón metrosexual que cuida su régimen alimenticio.

Pero lo peor es cuando vi el tamaño que adquieren estas cosas con el tiempo.
Son como dinosaurios bebés. Si ahorita con un coletazo me repliega, cuando esté grande me va a aventar por la ventana.
El lugar donde está ahora tal vez le dure unos meses, más tarde tendré que asignarle un cuarto y después rentarle otro departamento.
¿Y cuando vaya a Chihuahua? ¿Me la llevo? ¿Se la dejo encargada a mi peor enemigo? ¿Me subo arriba de ella y que me lleve por la carretera? ¿Ya no volveré a ir a mi tierra?

Retrato hablado de mi cruel destino.

Por lo pronto ya le puse nombre, dadas sus características, se llama Guanalupe.
En el Twitter me puse a quejarme de mi nueva condición, pero mejor ella sacó cuenta en donde da su versión: @iGuanalupe

Creo que mejor la engordo, dicen que saben ricas con mole.