En tercer año de preescolar, participé en mi primer concurso.
La maestra trató de explicarnos cómo estaba la onda: Había que hacer un dibujo con el tema de "El agua". Así, sin más, el agua. A esa edad es difícil darse cuenta qué niño es realmente bueno para dibujar. Yo no sabía que a eso me dedicaría y que tendría fama, fortuna, mujeres, sexo, drogas y rock and roll gracias a hacer monitos. Pero me gustaba dibujar y participé, entre otros 5 niños más; los mejorcitos competirían en otro concurso pero éste sería entre todos los kinders de la ciudad.
Las altas autoridades del kinder se dieron cuenta que en las demás escuelas habían participado como 10 niños por salón, así que en mi escuela no hicieron ninguna selección y enviaron los trabajos de los cinco que participamos.
No sé cuántos de mis compañeros habían ido a alguna playa, pero por sus trabajos se veía que se la mantenían viajando a Cancún: Vaciaron los botes de pintura azul para pintar ampilos mares con sus peces, barcos, palmeras y atardeceres. Yo no había ido todavía a ninguna playa así que me era imposible pintar el mar o siquiera un río.
Así que me dije: "Ok, el tema es el agua... ¿Qué es el agua?, ¿Dónde hay agua?, ¿Por qué al decir "Chihuahua" uno repite la palabra "agua" siendo que en Chihuahua casi no hay agua?, ¿Cómo será la gallina Cocoguagua?, ¿Me bañé hoy?... "
Después de estas profundas reflexiones, ya sabía lo que tenía que hacer. Tomé el pincel, las pinturas y dejé que fluyera la musita que me rondaba.
La insensible maestra sin mirar las obras, nos ordenó que pusieramos nombre y título al reverso de cada cuadro, las tomó y se las llevó a la Junta Municipal de Agua, donde sería el concurso. Ahí expondrían las pinturas y calificarían a los miniartistas. Al otro día nos citaron en la mañana en dicho lugar para el evento. Ibamos mi madre y yo sin darme cuenta que asistía a mi primera exposición colectiva, al llegar me preocupé pues no veía mi pintura expuesta en ningún lugar. Mares, ríos, presas, cascadas, peceras y fuentes de todos colores estaban colgados en las paredes pero no aparecía mi cuadro. A punto de sufrir mi primer trauma profesional, vi a lo lejos en un panel aparte con otras dos obras mi pintura. Al acercarnos miré con sorpresa que era el lugar de los ganadores: me había ganado el tercer lugar.
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Mi progenitora se acercó a mi obra, la observó detenidamente y me dijo con todo tacto para no herir mi sentimiento artístico: ¡Ay, qué bonito!, este... ¿Qué es?
Yo miré a mi mamá, luego a la pintura, y luego a mi mamá, y luego otra vez a la pintura, y después de nuevo a mi madrecita y le dije: ¿Pos´que no ves?... ¡Es un escusado!