lunes

edecanes con pelos

Una de las pocas cosas que no me gustan de vivir por donde vivo es que no hay ningún cajero electrónico al alcance.
El único que hay es en un Oxxo que te cobra casi la mitad de lo que vas a sacar. Peor es que en la fonda donde consumo mis sagrados alimentos no aceptan tarjeta. Es por eso que el otro día al ir a comer me dije a mí mismo: "Kabeza, eso te pasa por no guardar tu dinero abajo del colchón y ser un miserable capitalista, más miserable que capitalista, por cierto".

No me quedó más remedio que ir al cajero-ratero del Oxxo a regalar mi dinero, cuando al llegar por pura curiosidad pregunté a la amable empleada de la tienda si sabía de otro cajero cercano. Me respondió que sí, que hay uno "aquí derechito por Tlalpan", y milagrosamente era del banco en donde me guardan mis millones.
Le agradecí con un beso en la frente y me fui en busca de dinero para comer sanamente, pues por ahí oí que si comes bien te pasan cosas chidas.
A las dos cuadras de caminar sin encontrar nada que se le pareciera a un banco, pregunté a un buen hombre que iba pasando y me dijo que me faltaban otras 4 cuadras (de las grandes, por cierto).
Le agradecí al buen hombre con otro beso en la frente y resignado seguí caminando imaginándome y saboreándome la comida que me esperaba.

Cuatro cuadras después llegué a mi destino encontrándome con una novedad: Tal parecía que los del banco son unos innovadores pues había un par de... este... bueno, parecían señoritas así de lejos, ya de cerca no tanto.
A la distancia me alegré por la iniciativa del banco en tener edecanes a la entrada de sus cajeros electrónicos, pero a los dos metros me di cuenta que una de las "señoritas" tenía más bigote que yo y a la otra se le estaban saliendo sus pechos de algo que parecía vestido de una pieza. En el segundo que estuve detenido razoné muchas cosas, por ejemplo:
Que las damitas tenían mucho tiempo de no dormir, que quizá no eran edecanes pues no estaban muy uniformadas que digamos, que el paquete que sobresalía de la falda de una de ellas no era normal y sus piernas peludas tampoco, que me miraban divertidas pero luego me echaron unas miradas que ya no entendí y finalmente deduje que esas señoritas no estaban cómodas con sus vidas porque parecían hombres vestidos de mujer.
Luego entendí que efectivamente eran unos varoncitos que se disfrazan de mujer para vender amor o algo parecido.
Pasó el segundo en que razoné todo esto y después me dije a mí mismo: "Estos emuladores femeninos me van a ofrecer sus servicios y les voy a decir amablemente: 'Ahorita no, gracias', pero si me meto al cajero igual y me ven como un macho alfa que las (los) puede mantener y les va a dar ganas de hacerme algo entre bochornoso e inenarrable".

Así que hice lo que todo hombre de acción y decidido debe hacer: Me seguí de largo hacia la estación de Metro más cercana para ir al centro a buscar un maldito cajero sin edecanes y sacar unos pesos que me cambiaran por comida en algun lugar.

Dramatización del momento en que por primera vez en mi vida ignoro a algo parecido a una mujer con minifalda.