viernes

no me da la gana titular este post

¿Qué he hecho?
Han pasado más de tres años desde que abrí este blog para mostrar al ciber mundo mi trabajo escondido, mis pesadillas, mis filias y fobias.
¿Para qué? Para crear un monstruo:
Un tipo que fuma como chacuaco, que se emborracha, que come excentricidades, farmacodependiente, desdichado en el amor, que no sabe vivir solo y por si fuera poco, pornógrafo.
Todo esto lo digo por los comentarios del post anterior en donde cada uno de los participantes me endilga cosas que, según ellos, forman parte de mi parafernalia.
Osea, me retrato en plena escena creativa, trabajando bajo presión como todo un profesional:

¿Y qué ven ustedes?
¡Esto!:

¿Mucha risa, no?
Pero esto no se quedará así. Juro desquitarme y de paso, quitarme esa caricatura que han creado de mí.
Y para eso, haré lo que todo hombre honorable hace en un caso como estos: Iré a una cantina a emborracharme y a fumar como loco aunque me apliquen la ley antitabaco, y de paso a buscar amor entre las parroquianas.
Ash y snif.

lunes

el oso bipolar (71)

de por qué no me apellido phelps... ni louganis

En Chihuahua lo más cercano a un lugar para nadar es un balneario y una presa que se seca cada año. Con estos antecedentes es más que normal que un niño de siete años, como era yo en 1980, se preguntara cada tarde a las 3:30 ¿por qué diablos tengo que ir a la Guay a aprender a nadar?

Eran innumerables los temores que cargaba a esa edad: los perros, el estar solo, José López Portillo y que alguna tía me dejara los cachetes grafiteados cuando me saludaba de beso. Pero por si fuera poco, mis padres cooperaron para que su retoñito tuviera otro trauma infantil: El agua (bueno, el agua estancada, la de la regadera no me friqueaba).
Entonces decidieron que era hora de que el pequeño Kabeza aprendiera a mover sus extremidades en la densidad del agua con cloro y así pudiera salvar su vida ante la eventualidad de algún tsunami, tan recurrentes en Chihuahua.

El maestro de natación era una mezcla de Andrés García (sí, el Chanoc del cine y que ahora tiene problemas y usa bombitas de vacío) y Pepe Cortisona (el de Condorito). Lo primero que nos ordenó fue que tomáramos asiento en el borde de la alberca y metiéramos la mitad de nuestras piernas al agua. Para inmediatamente después patalear salpicando todo lo que nuestras lampiñas piernitas pudieran. A esto no pude más que reírme por dentro pensando en lo fácil que era nadar.
Luego, vino el calvario.
El profe Cortisona, que tenía una abstracta figura de vello que iba del pecho al ombligo, dijo: -Bueno, ahora ingresen a la alberca sin soltarse de la orilla.
Obedientes todos bajamos al agua, sin contar algunos, lo resbaloso que estaría el borde, cayendo sin escalas a las profundidades de la piscina. Pese a estar "en lo bajito", yo y otros 3 atarantados niños más, manoteábamos y tragamos líquido por cada orificio de nuestras caras. Dando un espectáculo de nado sincronizado que hizo que el bigotón maestro nos auxiliara hasta ponernos a cada uno en la orilla. Con medios brazos de fuera sujetándonos para hacer "bucitos"
Al final de mi cuarta zambullida de cabeza para echar aire y mocos se acabó la clase y juré no volver.

Al otro día, tuve una plática de hombre a hombre con mi padre y con toda seriedad y serenidad le expuse lo absurdo que era el asistir a clases de natación, diciéndole algo así como:
"Padre, ¿Qué te he hecho? es irracional, arbitrario y disparatado ir a la Guay a aprender a nadar. ¿Para qué necesito saber nadar? en esta ciudad no hay mar, y mi proyecto de vida no incluye lanchas, tiburones, mareas, cronómetros ni medallas. Aún no sé qué haré de mi vida, pero seguramente no seguiré el canto de las sirenas" (ingenuo de mí)
Mi papá después de escuchar mi perorata, dijo tomando las llaves de su Datsun: -¿Ya metiste tu toalla a la mochila?

Los siguientes días fueron de suplicio. En mi vida había sufrido tanto y mis lágrimas se confundían con el agua de la alberca (bien poético) El profe y los demás niños me prometían Duvalines, Pulparindos y Carlos V's a la salida con tal de que intentara soltarme de cualquier cosa que me salvara de morir ahogado. Cuando mi madre iba por mí, el maestro le mostraba la galería de mis arañazos en sus brazos y espalda. Odié la Guay, al profe-Chanoc, a mi traje de baño que tenía un parche de Hulk, a los demás niños que ya flotaban, a mis papás, a los 2 átomos de hidrógeno y al de oxígeno.
Y un día, no recuerdo cómo, después de días de condena, logré flotar solo y llegar de una orilla a otra de la piscina. Ya "sabía" nadar, y me salí en cuanto pude de las tormentosas clases de natación.

Después, algunos sábados iba a la alberca que estaba libre de clases y permanecía ahí sintiéndome Acuamán aventando las llaves de mi casillero al fondo de "lo bajito" yendo por ellas esperando que alguien me viera y de perdida me aplaudiera. De vez en vez me animaba a adentrarme a donde la profundidad era mayor y me hacía el valiente con mucha precaución (¿?) alejándome 5 metros y regresando a tiempo récord.
Durante esos momentos, de reojo veía a lo lejos el trampolín de 3 metros de altura. Después de un instante de reflexión me ganó la curiosidad y cuidando de que nadie me viera me subí para ver cómo se veía todo desde ahí. Ascendí y di unos brinquitos para ver qué se sentía, divisé que nadie estuviera observando y extendí mis brazos a lo largo y luego a lo alto, seguramente esbocé una sonrisa y decidí que era suficiente por ése día.
En eso, oigo atrás de mí alguien que me dice: "¿Ya mero?"
Volteé y vi a las niñas más bonitas que jamás había visto en mi corta y miserable vida.
-¿Te falta mucho?- pregunta una de ellas.
Un segundo después de espasmo, advertí que no tenía escapatoria: O pasaba por la más grande vergüenza de mi existencia o por el acto más impresionante y heróico nunca antes realizado en ese lugar.

Sonreí, les di la espalda, reforcé la cinta de mi traje de baño para no sufrir ningún percance que estropeara mi acción y me lancé.
Como las llaves de mi casillero me sumergí y sumergí moviendo los brazos intentando salir a flote. Cuando presentí que iba a ser las ocho columnas del periódico del otro día y mis manos sólo tocaban la densidad del agua, en uno de mis manotazos sentí los pachoncitos vellos pectorales del profe-Cortisona que había ido a romancear con su novia a sus territorios.
Me sacó del agua al tiempo que me preguntaba con los bigotes escurriendo: "¿Por qué ya no volviste a clases, chamaco de porra?"

(P.D. En el post de abajo me desquito un poquito)

el oso bipolar (70)

jueves

agosto a gusto

Otra vez en el D.F. y con lo primero que me encuentro es con correspondencia del pobre de Carlos Slim, en donde me pide de la manera más atenta que le pague 3 meses atrasados de servicio telefónico e internet que no pagué por irme a hacer corajes a Chihuahua.

La verdad ya me preocupé y mañana mismo voy y le pago lo que le debo, no se vaya a quedar sin comer este mes por mi culpa. Y si no tengo internet, ¿Cómo rayos estoy escribiendo esto? -se preguntará alguna damita curiosa o algún caballero inquietón.
Pues me estoy colgando de una red inalámbrica de no sé qué vecino, que sin saberlo, está contribuyendo a la "normal" actividad de este blog.

Así pues, aprovechando que tengo internet y para los que no pueden vivir sin saber en qué día están viviendo, dejo el calendario de este mes con la obra titulada:

"El Oso Bipolar se contagia del espíritu olímpico y pasa con harta solemnidad el fuego de la antorcha olímpica al Pingüino con accidentadas consecuencias, mientras en el fondo, La Foca Bifocal se manifiesta contra no sé qué cosa"


P.D. Prometo hacer todo lo posible por no postear chiplerías como "ay, extraño las tortillas de harina" o "ay, ya me enfermé por los tlacoyos".
P.D. No prometo lo mismo respecto a cosas como "ay, no me dejaron fumar en tal lugar"

martes

tiempo

Al rato pongo el calendario y respondo los comentarios del pasado post.

Es que... orita vuelvo, voy a comprar cigarros...