Son casi las 6
como cada mañana
y la cabeza me da vueltas de campana.
La vida huele a serrin
y a sueldo de camarero
y las demás blasfemias me las dejo en el tintero.
Y desafina
un nido de ruiseñores,
pero tu tranquila, ya vendrán tiempos peores.
Joaquín Sabina.
Ayer, mientras dormitaba en mi cama sucedió la siguiente escena:
Y sí, intenté dormir otra hora pero ya no tenía sueño. Increiblemente pasó, por fin mi desastroso horario iba a cambiar y sería un hombre nuevo: Que se levanta a la hora en que comienzan a trinar los pajarillos, pasa el camión de gas, los oficinistas se afeitan, llegan los borrachos a sus casas, las señoras preparan jugos y licuados.
Por fin, dejaría de ser víctima de comentarios burlones y miradas inquisidoras. Las mujeres no huirían de mi, mis ojeras, lagañas y almohadazo. Mi reloj biológico se restablecería y mi estómago me lo agradecería; volveriamos a ser amigos y cómplices.
No sé, en una de esas hasta me pondría a hacer ejercicio, desayunaría jugo de naranja con 2 huevos crudos, como Rocky Balboa. Me reconciliaría con la luz del sol, mi piel tomaría tonos de lanchero veracruzano.
Finalmente sería un hombre nuevo.
De un salto salí de la cama, me estiré y abrí bien la cortina para ver el bello amanecer.
Estaba a punto de declamar un poema al señor sol que se asomaba, pero me extrañó escuchar tanto ruido en la calle: "Bueno, esta ciudad está llena de gente emprendedora" -pensé.
Entonces tuve una corazonada, encendí la televisión y no había noticieros ni programas para señoras fodongas que les gustan los chismes. Había telenovelas, series y caricaturas, como las que pasan a las seis... de la tarde.