El día que me sacaron del vientre de mi mamá, mi papá y mi abuelo materno se pusieron extremadamente contentos, pues después de varios nacimientos en la familia, yo era lo más parecido a un varón, con aplomo de hombre de verdad, que tenía más cejas que cabello y a la semana ya me estaba saliendo bigote y piocha. Los señores se emborracharon felizmente, brindando por el próximo... ¿doctor?, ¿Astronauta?, ¿Abogado?, ¿Diputado?, ¿Futbolista?, ¿Pianista de burdel?... (si supieran que 26 años después aquel niño no sabe todavía que será, o ¿es?).
Pero un aciago día, al pequeño kabeza le pasaría algo determinante en su corta, pero existencialista vida. Negado para juegos físicos, (es horrible ser el último cuando dos amiguitos de la primaria seleccionan a sus equipos de básquetbol empezando por los mejores hasta terminar por los más maletas y para acabarla de amolar estar todo el partido en la banca), me consolaba dibujando convencido que era el jefe de jefes (después harían un concurso de dibujo en el salón y terminaría en tercer lugar con una regla de la campaña de Miguel de la Madrid como premio. Aún así continué dibujando monos y haciendo historietas que nunca terminaba o más bien terminaban como película francesa de muestra de cine: Con finales bien acá, bien absurdos o impestivos. Por ese tiempo algunos domingos iba toda la familia al campo a comer carne asada como vikingos, pero a la mera hora de lo bueno mi abuelo tomaba sus cachivaches y se alejaba hasta perderse de vista, yo me iba a los troncos de los árboles a buscar escarabajos para torturarlos o de perdida dejarlos lisiados: si les dejas con una pata de cada lado, todavía caminan, si los dejas con solo las patas de un lado, caminan sobre su propio eje sin ir a ningún lado, si les cortas la cabeza su cuerpo todavía se mueve por un breve tiempo, si los apachurras parecen chiles en nogada. (Viéndolo bien yo también fui parte del Cuerpo de Torturadores de los 70s.
Una vez, en una de esas estaba, cuando vi a mi abuelo de pie frente a su transformer-caballete diseñado y fabricado por el mismo manchando un papel con agua de colores.
Lo que comencé a ver era más interesante que ver a los escarabajos retorciéndose de dolor por sus patitas perdidas. Vi como un viejo árbol, unas piedrotas y al fondo una oxidada y descarapelada puerta aparecían en el papel. Lo que pintaba era lo mismo, pero no era igual. Observaba el paisaje, luego la pintura y a pesar de ser iguales eran diferentes, además el cielo del paisaje era azul y en la pintura también, pero en este el azul se extendía, y tenia unas manchas como magentas, en el paisaje no había pájaros, pero en el cuadro se coló uno que quiso planear por el lado cálido de ese cielo manchado, el árbol del paisaje estaba firme y derecho, en la pintura el tronco esta ligeramente torcido, como si se hubiese cansado de estar tanto tiempo derecho, y las ramas estaban mejor distribuidas que en el original, con la puerta de verdad el tiempo había sido benevolente, pese a estar oxidada, descarapelada y carcomida, permanecía en su lugar, cerrando una entrada de una casa de adobe que ya no existía. Mi abuelo bien buena onda, la respeto y la pintó tal cual. Estuve todo el tiempo ahí, viendo como mojaba el pincel en un botecito de plástico, después con este pincel tocaba un color de la paleta, y luego otro, y los mezclaba, después rozaba ligeramente otro color, y lo volvía a mezclar, entonces con el pincel ya cargado, manchaba el tronco pintado con accidentados trazos.
(En ese tiempo yo sufría y me atormentaba con las tablas de multiplicar, y al mismo tiempo me reconfortaba pensar que nunca las iba a utilizar, pues yo iba a ser pintor como mi abuelo, y solo iba a multiplicar, y con calculadora, cuando fuese a vender mis cuadros -(y pensar que termine de monero, y la única operación matemática que hago es la resta... ¡Chale! Puras pérdidas)- pero después de ver todo el ritual de los colores, me preocupé sobremanera: "¿Cómo diantres voy a saber cual color se toca más que el otro?, ¿Cuánta agua tiene que tener el pincel, o sea, o sea, tiene que gotear o nomás estar mojadito?, ¿Y si mezclo amarillo con azul, será lo mismo que azul con amarillo?, Filosofaba en silencio.
Pero no dije nada. Nunca dije nada, siempre mudo como si fuese una rama más. Además no hacía falta hablar. A mi abuelo siempre le han enfurecido las preguntas estúpidas y yo no tenía preguntas ni estúpidas ni inteligentes ni capciosas, ni nada. Todas las dudas las despejaba viendo y rascándome la cabeza. Luego de un rato, comenzó a empacar su equipo, en un morral, y su nueva pintura en una carpetota, que estaba más grande que yo, a lo alto y a lo ancho. Después dijo: "terminamos Mario Alberto", y me dio su carpetota para que me la llevara yo. La tomé a lo ancho doblando mis falangetas, la canija carpetita estaba muy pesada, yo pensaba que había metido la puerta oxidada esa para pintarla mejor, y luego me tropezaba con ella pues no me dejaba dar pasos largos, y cada cinco pasos me detenía a volverla a agarrarla otra vez, porque se me resbalaba, mi abuelo ya había llegado y yo todavía iba a mitad del camino, me detuve cerca de un árbol para respirar y vi claramente como unos escarabajos se reían de mí mientras huían hacia arriba.
10 comentarios:
este texto fue escrito hace 5 años, por si algo no encaja...
sí, tuve un problema con la suma de años...
Sabías que en Argentina ya no hay ninguna ley que proteja a los torturadores?????
Y que en México todavía podemos juzgar a Echeverría?
Te estamos observando...
Sabias que si le quitas las dos patas y un ojo a un monero se ve bien curado?
Im watching you !
¿Qué decir ante una historia así?...no se, queizá.-.¿pobres escarabajos?. Jaja.
Bonita historia y bello blog. Sigue así, que te leemos en España.
Muy padre historia.Me gusta cuando estás pensando en la combinación de colores,lo que va y lo que no va en el cuadro y el contraste en la mente del niño entre la realidad "real" y la realidad de los pinceles.
Los escarabajos al menos se rien al final.
Internacional, maestro.
Muy bien kabe, muy bien...
best regards, nice info » »
Ay, monero, que bonito relato, de verdad me dejaste con un muiy grato sabor de voca, me fue i8mposible no pensar en mi infancia setentera, en mi violinsito y en mi padre enseñandome la musicalidad de los silencios... "hay que darles su tiempo, esperarlos antes de volver a abordar las notas", me decía..
jajajajajaja, muiy... voca... i8mposible... etc... jajajaja, no kave duhda qe sigo ciendo un hinvezil.
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