El destino marcó a Melitón desde el día de su nacimiento. Lo primero que vio al abrir los ojos fueron a sus padres y su hermana mayor. Entonces lo entendió: había sido el segundo.
Su apellido comenzaba con la letra "B", por lo cual era el segundo en la lista de la escuela. En toda competencia que se inscribía terminaba en segundo lugar.
Siempre, invariablemente, había alguien que le ganaba; que destacaba más que él.
Una vez, su padre le dijo unas palabras que lo siguieron toda su vida: "El segundo lugar es el primer lugar de los perdedores"
Un día, cansado de su peculiar situación, se metió a un concurso de comedores de hot dogs. Como sólo eran tres participantes, dedujo que inevitablemente terminaría en tercer lugar; no es que quisiera ganar, lo único que quería era no ser el segundo.
La competencia empezó y mientras degustaba los hot dogs, miraba de reojo a sus adversarios. Uno era una bola de manteca que sudaba como desquiciado y que se metía hasta 2 alimentos al mismo tiempo, el otro, más que gordo, estaba robusto, con una camiseta sin mangas que descubría sus tatuajes: Una sirena que reposando en ese brazote parecía una morsa trasvesti, y un corazón flechado que más bien parecía un hígado de res sangrante.
Melitón, veía como los otros tragaban como trogloditas, haciendo ruidos de cerdos, expulsando flatulencias y sus caras se encendían por la falta de respiración al estar abusando de sus cuerpesotes.
Confiado, Melitón, sonreía por dentro, sabía que finalmente terminaría en tercer lugar y acabaría con su maldición. Pero en el hot dog número 33, el de los tatuajes se colapsó y cayó, azotando toda su humanidad. La gente se acercó a auxiliarlo, pero era demasiado tarde. Murió de gula y por atascado; dejándole el segundo lugar a Melitón.
Melitón cayó en una depresión que el psiquiatra calificó como "secundaria". Enfurecido nuestro protagonista se largó de su casa y entorno. Tomó un camión en el que le asignaron el asiento número 2, llegó a un hotel en donde había gran algarabía, al preguntar el por qué de la fiesta a la recepcionista, le dijo que acababan de inaugurar el hotel y que hace rato había llegado el primer huésped, y que Melitón, por cosa de segundos, había sido el segundo, perdiendo todos los premios que daba el hotel a su primer huésped.
Melitón se pasó un día pasmado, y al segundo día explotó llorando como una mariquita sin calzones y con las palabras de su padre grabadas en su cerebro: "El segundo lugar es el primer lugar de los perdedores"...
Pero un infausto día, conoció a una mujer de la que se enamoró. Al segundo día de conocerla se hicieron novios. (Porque Melitón sería todo lo que quisieran, pero era bien galán y jocoso con el sexo opuesto, tenía jiribilla, pues). Al segundo mes de relación, ella le confesó algo que sorprendetemente no lo alteró: Le confesó que él era su segundo novio.
Sin embargo el amor había cegado a Melitón y no le importó ser el segundo en esa ocasión.
Ya no le importó ser el Robin de Batman, el Toro del Llanero Solitario, el Kato del Avispón Verde, el Chita de Tarzán, el Sancho Panza de Don Quijote...
Finalmente al segundo año de noviazgo decidieron casarse. Melitón vio un concurso de imitadores de Madonna, en donde el segundo premio era un viaje para dos personas a las enigmáticas playas del Mediterráneo. El premio del primer lugar era un viaje a las inhóspitas tierras del Medio Oriente y el tercer premio era una visita de 2 horas a las bonitas playas de Ebrard.
El sueño de la novia era conocer el mar, así que Melitón se aguantó el bochorno y se inscribió en aquél concurso de imitadores de Madonna. Tardó dos semanas en animarse a ponerse la peluca rubia y el vestuario ése en donde 2 grandes conos invertidos sirven de brassier. La novia consciente del sacrificio de su pareja aguantó la pena ajena y lo motivaba a mover las caderas y todo lo demás. Melitón estaba tan metido en su papel que pasaban días sin que se quitara el atuendo y peluca.
Llegó el día del concurso y 2 minutos antes de entrar a escena ocurrió lo inesperado. Melitón se ajustaba el liguero y peluca, mientras se pintaba la boca, dio 2 respiros que duraron 2 larguísimos segundos, volteó a ver a su noviecita santa y le dijo: "Toda mi vida he sido el segundo en todo, siempre he sido la segunda opción para todo y todos. Y después de este tiempo que he andado de vestida descubrí que ésta es mi segunda gran opción."
Se limpió el rimel y soltó un gritito indescriptible, algo así como: "¡Wiiiijiiiiiií- ooooooouuuuuu!", mientras salía corriendo queriéndose ir con el primero que pasaba, pero éste lo golpeó por rarito, y entonces se fue con el segundo que se encontró.
FIN.
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Si lo anterior les pareció muy bizarro, no los culpo. Mejor vean lo siguiente:
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