una tempora(D)a en el in(F)ierno

Justo en el momento en el que me retorcía por los retortijones, provocados por unos misteriosos tacos de pancita con una salsa de color magenta que venden a escasos metros de mi guarida en Chilangotitlán, el jueves pasado en la noche, me pregunté a mí mismo: ¿Qué hago aquí?

Al otro día, al abrir los ojos y darme cuenta que había dormido sentado en mi bonito escusado de muebles Troncoso y percatarme que ya había pasado el peligro, me dispuse a ir al caótico centro de la ciudad a comprar un escaner bueno, bonito y barato, para poder trabajar a mis anchas sin tener que soportar a los encargados de cibercafés que te escanean los dibujos y salen más feos de lo que están.
Pero cuál fue mi sorpresa al encontrarme de repente rodeado por un lado policías de esos que uno solamente ve en la tele y manifestantes un tanto enojados (que también sólo ve uno en la tele). Fue entonces que otra vez me dije a mí mismo: ¿Qué hago aquí?

Sigilosamente me perdí entre los manifestantes -me daban más confianza que los policías- (en el recorrido descubrí que era una manifestación por lo de Atenco), y pude finalmente desembocar a una calle "tranquila"...

Es por eso que mañana haré lo que cualquier monero de mi especie debe hacer en estas situaciones:
Ir a ver El Hombre Araña 3. (Aplausos).

Ah, y para los que se preguntaban si mi arribo a tierras aztecas era para rendirle un tributo al arte vanguardista, participando en la instalación de Spencer Tunick, pues sí.
Sólo que con el déficit de atención que tengo junto con mi horario de velador, me confundí un poco, y en vez de estar a las 4 a.m., que era la hora de la cita, fui a las 4 p.m. ... con desastrosas consecuencias:

El monero Kabeza, en un acto de libertad sin precedentes, se quita su ropita en el Zócalo capitalino para ser parte de la historia del arte... aunque un poquito tarde.