En Chihuahua casi no llueve. De hecho hasta éstos últimos dos años ha empezado a llover con cierta regularidad. Sin embargo las lluvias en mi tierra son raras y escasas, apenas de 20 minutos, es por eso que el usar paraguas allá es de una excentricidad casi extrema: Te ven raro, como si fueras rarito.
Pero, aquí en el Distrito Federal, te ven raro y eres rarito si sales a la calle sin paraguas.
Hoy salí de la Kabe-cueva a pasar un bonito momento con unos amigos a departir bocadillos y bebidas embriagantes a propósito del juego de México contra Ecuador. P-p-pero osea, no es que me esté achilangando y ya vaya a las cantinas a ver el fut. N-n-no, osea, es que este... eh, lo que pasa es que coincidió, osea, pos ni modo de quedarme en la casa el domingo, tan bonitos que son los domingos sociales, con algodones de azúcar, churros rellenos de cajeta, globos y "esquites". (Nota: aquí a los elotes en vaso les dicen "esquites", esto lo aprendí después de pasar un bochornoso momento al pedir un elote en vaso y la señora elotera se me quedó viendo con cara de "Ay no manches güerito y no me quites mi elotero tiempo o regrésate a tu rancho a que vaciles a las señoras eloteras que entienden lo que estás diciendo")
Pero a lo que iba. Después de recetarnos el partido, las cervezas y mi repertorio de chistes de viejitas con pericos, me despedí y me fui a mi casa bajo una ligera llovizna como la que te echa el peluquero para humedecer tu cabello. (Si es peluquero, porque si es estilista, te echa agua hasta el cuello para poder secártelo y prende un incienso de pachuli mientras te hace piojito). Llegué a la estación del Metro y al poner un pie en los andenes, se soltó un aguacero con rayos y centellas. A la segunda estación las generosas cervezas que civilizadamente me bebí, comenzaron a exigir su natural salida, osea, me empezaron a dar muchas ganas de hacer pipí. Me sujeté de un tubo dentro del vagón para 2 cosas:
1- Sortear los zangoloteos que provocaban los frenos del Metro y
2- Abrazarme con una pierna y apretar el esfínter y así evitar una tragedia que mi honor y nombre no me perdonarían.
Finalmente llegué a mi estación y al salir el aguacero se había convertido en el diluvio universal. Afuera todos corrían un tanto despreocupados pues iban armados con sus... paraguas. Dando saltitos por mi urinaria urgencia, tomé una rápida y osada decisión: Correr las 3 cuadras que separan mi casa de la estación, bajo la lógica de "Es mejor mojarme por fuera que por dentro". Esquivando charcos, rayos, truenos, relámpagos, cántaros de agua, perros, borrachos, alcantarillas, vallas, boyas, villas, bellas y bullas; llegué a mi refugio, ignoré a la del 12 y 8 que me quisieron saludar, subí a grandes zancadas las 67 escaleras, abrí de una patada voladora la puerta y por fin me encontré con mi baño.
Después de desahogarme fisica, mental y espiritualmente, me percaté de que no tenía ni un milímetro de mi persona seco. Es decir, de haber sido víctima de un tsunami y esto, no había diferencia.
Es por eso, que ha llegado el momento de tomar una de las decisiones más determinantes de mi vida: comprarme un paraguas.
(Ya vi uno de Bob Esponja muy jocosito en un Sumesa).
¿A qué viene todo esto?, A que si me ausento de este espacio, será a causa de una pulmonía que seguramente adquiriré, aunque es mejor morir de pulmonía que de explosión de vejiga.