A ver, a ver. A mi me dijeron que cuando viniera al D.F. me cuidara de la inseguridad, los temblores, los tacos a la salida del Metro y de las chilangas de Neza York.
Pero... ¡¿Qué es esto?!
Nadie me advirtió que iba a estar en medio de una película chafa de Will Smith o Bruce Willis, en la paranoia y psicosis, rodeado de leyendas urbanas y señales del Apocalipsis.
De sobra sé que la televisión mexicana es fan del alarmismo y el escándalo. Si dicen que la Selección Mexicana va a ganarle a Estados Unidos, haciendo faramalla y media ya nadie lo cree, aunque media ciudad se ponga la playera de la Selección.
Pero si dicen que somos víctimas de una epidemia mortal y uno sale a la calle y ve a más de media ciudad con tapabocas azules o más aún, calles desiertas, uno mínimo se saca de onda.
Creo que la hipocondría y la paranoia no son parte de mi repertorio de afecciones mentales. Pero estos días al salir a la calle y ver lo que he visto es como para que el mismísimo Doctor House vaya corriendo a ver al doctor Abel Cruz.
Me subí al Metro y parecía que iba al quirófano a que me reconstruyeran todo, con tanta gente con sus cubrebocas. (yo no traía, pues es más que sabido que mi bigote y piocha son la sensación en ciertas zonas de la ciudad y yo no soy nadie para negarle a la raza humana tan bonito espectáculo) Señoras, estudiantes, trajeados, emos, obreros, secretarias, niños y bebés, todos uniformados sólo mostrando sus ojos de incertidumbre. El clímax fue cuando vi a una pareja de novios con sus tapabocas, echando romance... sin besos.
De pronto, por el encierro y el polvo (espero) me dieron ganas de estornudar. Seguramente hubiera sido menos alarmante echarme un ruidoso y oloroso pedo en el tumulto, pero no, quería estornudar. Y mientras trataba de aguantarme, pensaba que si arrojaba el aire de mis pulmones en ese instante sería peor que sacar una pistola o una bomba atada a mi cuerpo. Afortunadamente llegamos a una estación y salí corriendo a un rincón, estornudé y como gis chino anti-hormigas alejé a quien estaba alrededor.
Me regresé a mi casa contemplando otra vez la soledad. Al llegar, la cosa no mejoró mucho: los twitteros hablan y bromean sobre lo que pasa, nicks vaciladores sobre la epidemia, interrupción en la televisión para "informar" sobre la influenza, programas especiales en la radio donde especialistas nos tranquilizan diciendo que si nos morimos no será tan doloroso y los periódicos en internet anunciando que no habrá vida hasta el 6 de mayo.
Ante todo esto, hice lo que todo hombre de su tiempo debe hacer: Ir a la tiendita a hacer mis compras de pánico. Agua, cigarros, Yakults y un cuchillo cebollero por si me invaden la tribu de los tapabocas azules.
P.D. Estaba pensando en ir a Chihuahua en lo que pasa la contingencia, pero "gallina" es lo más leve que me dijeron, mientras el sabio
Chidoguán sentenció: "¿Sabías que es mucho más probable que en Chihuahua te contagies de un balazo en el pene que en el D.F.?"
Gran verdad.
Snif, no tengo escapatoria.
Ah, ¡abajo hay otro post del mismo tema pero con dibujitos!