Y el jueves, último día en mi tierra, se vino un ensayo del apocalipsis y se soltó un frío como hace mucho no sentía, estábamos a -10 grados y encerrados en casa la cosa no era mucho mejor. Los calentones (así les llamamos a los aparatos que en otras partes les llaman calentadores) no ayudaban gran cosa.
Fue tal la helada que el agua de las tuberías se congeló y no hubo poder humano que nos restableciera el servicio.
En parte me sentía aliviado que al otro día me iba a un lugar con un clima menos salvaje y al mismo tiempo sentía feo dejar a mi familia en ese congelador que se apagaría con el tiempo o con la próxima balacera.
-Váyanse a Egipto, para no estar con el pendiente. -les dije. Pero no me hicieron caso.
El avión salía a las 8 de la mañana, así que tuve que salir de casa a las 6, con el termómetro marcando -17 grados. Y como buen ciudadano dejé todo al final, empacando y terminando pendientes durante la noche y como resultado de todo esto, no dormí.
Y así iba con la frente marchita, con 6 capas de ropa, calzón térmico-guardapedos y tres calcetines en cada pie.
Otro de mis consuelos era que llegando al DF, podría darme un buen baño y prescindir de la chamarrota, la ropa térmica, bufanda y el trío de calcetines.
Llegué a las 11 o 12 del día mientras el taxista defeño se incomodaba del streep tease particular que le proporcioné, en cada cuadra me iba quitando una prenda al sentir el cambiazo de temperatura. Hasta quedar como una persona normal con pantalón y camisa sin disfraz de Michelin.
Al llegar, recordé que para variar había dejado un tanque de gas vacío y el otro ya en las últimas.
Pero los dioses se apiadaron de mi y antes de que me diera la bienvenida la señora de los jugos o el del puesto de periódicos, al poner un pie en mi casa escuché el ensordecedor grito de mi peor enemigo, mi némesis, mi Lex Luthor, mi Noroña de cabecera: el tipo del gas.
Ya he contado algunos épicos episodios con este sujeto, hemos tenido peleas a muerte, básicamente psicológicas, en donde cada uno estudia nuestras debilidades, fortalezas y nunca nos hemos rendido.
Sin embargo, acababa de llegar y no quería problemas tan rápido, así que saqué mi lado caballeroso desarrollándose la siguiente conversación:
-Hey, qué bueno que lo veo, le encargo un tanque de... 30.
-Ah... simón carnal, pérame que se acerque el camión, ¿Cuál departamento es?
-El 007. Eh... aquí te espero, no se te vaya a olvidar, jejeje...
-Cámara mai, ahí vengo.
Lo esperé y esperé y esperé y esperé mientras pensaba "maldito, aquí me tienes otra vez esperando, pero no me voy a subir hasta que cumplas con tu obligación, no me vencerás esta vez"
Y apareció con el tanque al hombro mientras yo lo seguía imaginando que le daba latigazos como en película de Mel Gibson. Llegamos a la azotea vio el par de tanques y le señalé cuál era el vacío. Sopesó los dos diciendo: "Ps los dos ya no tienen, ¿te traigo el otro?"
-No, nomás tengo dinero para uno (no quieras ahorrarte otro encuentro conmigo, infeliz) -Le respondí y pensé.
Hizo sus maniobras con las llaves, nos echamos miradas asesinas y se fue.
Me regresé al departamento, comí y me acosté.
Cuando abrí los ojos ya era de noche, tenía tanto sueño atrasado que nomás pensé "mañana me baño" y me volví a dormir.
Al otro día, me levanté me fui al baño, prendí el boiler, hizo un ruido raro, me despojé de mis prendas, abrí la llave del agua caliente y el calentador del agua nomás hizo ¡PUF! y se apagó.
Intenté encenderlo de nuevo y no respondía. Me volví a vestir pues en ese estado mi situación me deprimía más.
Fui a la estufa y tampoco encendía. Subí a la azotea revisé los tanques para corroborar que el nuevo era el que estaba en funcionamiento, todo en orden.
Reintenté encender estufa y boiler y nada funcionaba.
Entonces hice lo que todo hombre bragado debe hacer en una situación como esta: Patear lo que esté en frente y lloriquear en Twitter.
Más tarde busqué al administrador del edificio y le pregunté por el conserje o encargado de hacer la talacha-électro-mecánica del inmueble. Me dijo dónde buscarlo, fui y no lo encontré.
Entonces otra vez pateé lo que estuviera cerca y me puse a rumiar mi desgracia.
Al otro día con ánimos renovados pretendí intentarlo de nuevo.
Creo haber contado en este blog de mi súper poder: no tengo sentido del olfato.
Por lo cual algunos de los peligros que corro además de ofender a las damitas por no reconocer sus perfumes, es no poder detectar una fuga de gas.
Pensé que tal vez de eso se trataba el problema y con todo el arrojo que puedo tener, traté otra vez de prender el maldito boiler.
Nótese el gesto de valentía aunado al ya visible aroma que seguramente emanaba.
Pese a mi osado atrevimiento, no prendió.
Me eché derrotado al sillón y pensé que quizá lo que debía hacer era ser hombrecito y bañarme con agua fría, pero de inmediato recordé el helado clima del que vine, sus consecuencias y me dije: "¡No!, ¡merezco un baño digno y caliente! ¡No migajas!"
Me puse a trabajar para olvidar mis penas, busqué otra vez al conserje, pero me dijeron que se fue de puente, hice cosas en casa y me dormí.
Finalmente ayer, al atardecer, se apareció el conserje.
Lloré un poquito en su hombro mientras le contaba mi desventura, me alejó diciéndome que me calmara que él sí tenía olfato. Revisó la estufa, el boiler y su Facebook.
Le pregunté que si no olía a gas y me dijo que a lo que olía era a monero podrido. Subimos a la azotea, evaluó la tubería, sopesó los tanques y se me quedó viendo.
-Estos tanques no tienen gas, están vacíos.
-Juat?! ¡¿P-p-p-pero por qué?!, ¡si acabo de comprar ése hace tres días! -le dije señalando el tanque "nuevo".
-Pos te lo vendieron vacío, mano. Bienvenido al DF. -dijo levantándolo con un solo brazo.
Me eché derrotado al sillón y pensé que quizá lo que debía hacer era ser hombrecito y bañarme con agua fría, pero de inmediato recordé el helado clima del que vine, sus consecuencias y me dije: "¡No!, ¡merezco un baño digno y caliente! ¡No migajas!"
Me puse a trabajar para olvidar mis penas, busqué otra vez al conserje, pero me dijeron que se fue de puente, hice cosas en casa y me dormí.
Finalmente ayer, al atardecer, se apareció el conserje.
Lloré un poquito en su hombro mientras le contaba mi desventura, me alejó diciéndome que me calmara que él sí tenía olfato. Revisó la estufa, el boiler y su Facebook.
Le pregunté que si no olía a gas y me dijo que a lo que olía era a monero podrido. Subimos a la azotea, evaluó la tubería, sopesó los tanques y se me quedó viendo.
-Estos tanques no tienen gas, están vacíos.
-Juat?! ¡¿P-p-p-pero por qué?!, ¡si acabo de comprar ése hace tres días! -le dije señalando el tanque "nuevo".
-Pos te lo vendieron vacío, mano. Bienvenido al DF. -dijo levantándolo con un solo brazo.
Momento clave en que me percato que esta vez el tipo del gas ha ganado otra batalla, pero no la guerra.
Ahora escribo esto para desahogar mi odio que mañana explotará al reencontrarme con mi peor enemigo cuando lo enfrente ...para pedirle que por favor que me venda un tanque lleno.