En estos días he estado viendo más televisión que de costumbre.
Una de las razones es que aquí en Chihuahua sí tengo cable y se ven más canales que los 7 que de vez en cuando veo cuando estoy en el D.F.
Y ante una razonable dosis de televisión generalmente gringa, brotan de mi cerebro una serie de preguntas que me han tenido absorto los últimos días:
¿Por qué hay tantas series sobre doctores y hospitales?
¿Acaso se enferman mucho en Estados Unidos?
¿Por qué no hacen series sobre otros apasionantes oficios como cerrajeros, zapateros, embotelladores, sastres o moneros?
¿Qué plan maligno trama el Imperio con todo esto?
Además, juegan con nuestros sentimientos.
Imaginemos que tenemos influenza A H1R1 o R2-D2, nos sentimos al borde de la muerte, la cabeza nos va a estallar, tenemos fiebre, cuerpo cortado, espasmos, mocos y nariz rozada (y rosada).
Nos llevan al hospital y cuando estamos pidiendo una pluma para escribir nuestro testamento, se aparece esta doctora:
(Si quien está leyendo esto es una damita, imagínese el equivalente en un ser humano masculino)
¿Ya se aliviaron, verdad?
Osea, será muy simpático el Doctor House, estará muy entretenida la telenovela de Grey's Anatomy, son graciosísimos los de Scrubs, y así entre muchísimas otras series que son la delicia de hipocondriacos.
Pero, lamentablemente las cosas no son así.
Recordemos juntos la vez que fui a una clínica del Seguro Social:
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Snif.