Ayer descubrí que no soy fan de los fans de Sabina.
Primero, el higadote del Secretario de Gobernación dijo que no había purrún con las declaraciones de Sabina cuando dijo que Calderón era ingenuo al emprender una guerra.
Además el de Gobernación dijo que el de Los Pinos era fan de Joaquín Sabina (¿¡...!?)
Después del impacto recibido, me dispuse a ir al concierto de Sabina en la noche.
Me puse mi ropa de concierto de Sabina mientras reflexionaba: "A ver, de aquí cómo le hago para irme al Auditorio..." Tomé mi brújula y mi GPS. Me hice bolas con las coordenadas, saqué mi mapita del Metro y vi la luz.
"Entonces me voy por aquí, transbordo y me sigo por acá" -planeé mi travesía y me fui.
Los dioses del martes 13 me sonrieron y al abordar vi a la muchacha más guapa que había visto en un vagón del Metro.
"¡A huesos!, de seguro la damisela también va al concierto y pobrecita, va solita porque no tiene amigos con buen gusto y seguramente la acaba de cortar su noviecito porque a ella le gustan los hombres de verdad que hablan como norteño pero comen como chilango" -pensaba al tiempo que veía los dibujitos de las estaciones de ésa línea.
Cuando de pronto vi una que se llama "San Joaquín".
"¡Yes! ésta es una señal" -me dije y volteé a ver a la suertuda que se ponía de pie... y se bajaba una estación antes que la mía.
Para no llorar saqué mi libretita y apunté lo que podría ser un Momento Cumbre de mi vida.
Yo nunca había ido al Auditorio Nacional, de hecho estaba pensando que no soy mucho de ir a conciertos.
En el 93 fui a uno de Paul McCartney al Autódromo, aquí en el D.F. y todo fue muy confuso, chido, pero confuso. En otra ocasión, en un genuino acto de amor y heroísmo, fui a un concierto de Manu Chao al Zócalo y creo que me ultrajaron y violaron y no me di cuenta.
Hay gente que me pregunta que si sólo me gusta la música de Joaquín Sabina o Los Beatles. Y pues no, hay más música que me gusta.
El problema es que muchos de los grupos que me gustan ya se desintegraron o es gente que ya se murió. Además de que como ya dije, creo que no soy mucho de ir a conciertos.
Con Sabina había tenido la suerte de que el destino me favoreciera para que yo estuviera en el lugar y momento adecuados para ir a 2 de sus conciertos en la H. y gloriosa ciudad de Durango. Conciertos en los que tuve la oportunidad de estar en primera fila y zona VIP (Very Insipid People)
Pero aquí en el Auditorio tenía la ligera sospecha de que sería diferente.
Y sí, lo fue. Mientras me acomodaba en mi lugar me iba acordando por qué no me gusta eso de los conciertos. Me estaba mareando tanta gente y atrás de mi estaban unas chavas que se pasaban de amenas, con risotadas y gritos. Iba a sacar mi aerosol de gas pimienta para estas ocasiones, pero me abstuve; soy un caballero, amargado, pero caballero.
La verdadera pesadilla fue al comenzar una canción que cuando yo la escucho, me quedo extasiado en mi sillón y me teletransporto a dimensiones desconocidas.
Pero una gorda nalgona que estaba a mi lado tiene otra percepción de la vida y se le ocurrió ponerse de pie y ¡bailar!
Me quedé sentado pero el movimiento de su nada discreto trasero me desconcentraba sobremanera:
Yo, enfundado en mi ropa de concierto de Sabina y gorda nalgona poniéndole candela y jiribilla a la situación. Así que hice lo que todo hombre de acción haría en una circunstancia como ésta: Miré hacia atrás para cerciorarme de que no iba a estorbar a nadie y también me puse de pie. Por supuesto que no bailé, la gorda sonrió quizá pensando que ya tenía pareja para su fiesta, pero no.
Para que yo baile, debo estar muy borracho o muy enamorado. O ambas.
Creo que al final solté el cuerpo y me reí mucho con las mensas de atrás que pedían canciones de Fito Páez y Andrés Calamaro.
Y sin embargo, entre el Espurio y la Gorda, lograron que dejara de ser fan de los fans de Sabina.